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ALFREDO LANDA (1933–2013), MITO DEL CINE ESPAÑOL

El icono del landismo y premio al mejor actor en Cannes con 'Los santos inocentes'.
Landa casi salta la banca en su nacimiento, un día 3 del mes tres del 33, a las tres de la tarde, y en Madrid ha vivido durante años en el portal 3 de su calle. Nació en Pamplona y su familia –su padre era Guardia Civil, que hubiera querido un abogado en casa- se trasladó a San Sebastián siendo él niño. Y de allí salió para ser actor.
En Donostia descubrió la interpretación, en el Teatro Español Universitario, allí le picó el gusanillo. Y en Madrid escaló poco a poco en el mundo del teatro, un universo bullicioso, pero de hambre y mucha cutrez.
El cine le amó con locura, pero él amó al teatro. Hubo un tiempo en que el acorazado Landa parecía invencible. Por cine, televisión y por carácter. Él solo tiraba de una industria, la del cine, y él bautizó a un estilo: el landismo. A ver quién iguala eso. O sus 120 películas, la mayor parte de ellas de protagonista, y su medio siglo delante de las cámaras (porque debutó tarde, a los 29 años). Y el Premio de interpretación en Cannes y dos goyas, y otro de Honor.
Todo eso se apagó a los 80 años. Y aunque ahí están trabajando grandes como José Sacristán o Concha Velasco, compañeros de esa generación bragada en películas de tipos peludos y suecas macizas, de orgullo de patria y de desconcierto ante lo nuevo, la desaparición de ese señor achaparrado, firme, de manos grandes, avisa: se acaba una época.
Del landismo destacan Cateto a babor, No desearás al vecino del quinto, Vente a Alemania, Pepe (una comedia con un personaje tristísimo como protagonista), El arte de casarse, Los subdesarrollados, Una vez al año ser hippy no hace daño, París bien vale una moza, Las leandras, Cuando el cuerno suena.
Este subgénero de la comedia, que nació en torno a la figura del actor y que fue mal recibido por la crítica, se prolongó a lo largo de los años setenta coincidiendo con los últimos coletazos del franquismo y la explosión del turismo internacional en España y se convirtió en fiel reflejo de su época a través de personajes reprimidos que encarnaban las frustraciones nacionales y generacionales de los españoles.

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