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RAFAEL ALBERTI (1902 – 1999)

Poeta español de la Generación del 27. Entre sus obras más conocidas caben destacar Marinero en tierra, por el que recibió el Premio Nacional de Literatura en 1925, y Cal y canto.
Quien recibiría en 1983 el Premio Cervantes de Literatura abandona el bachillerato por la pintura, que ejerce una gran influencia en su obra. Pero una noche de 1920, ante el cadáver de su padre, Alberti escribió sus primeros versos. El poeta había despertado y ya nada detendría el torrente de su voz. Comprende entonces que los versos le llenan más que la pintura, y en adelante ya nunca volverá a dudar sobre su auténtica vocación. Comienza a trabajar sobre sus primeras poesías, recogidas bajo el título de Marinero en tierra, muy influido por los cancioneros musicales españoles de los siglos XV y XVI.
Al descubrimiento de la poesía sigue el encuentro con los poetas. Conoce a Federico García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y otros jóvenes autores que van a constituir el más brillante grupo poético del siglo. De aquel grupo de poetas hechizados por el surrealismo, que escribían entre risas juveniles versos intencionadamente disparatados o sublimes, surgió en 1927 la idea de rendir homenaje, con ocasión del tricentenario de su muerte, al maestro del barroco español Luis de Góngora, olvidado por la cultura oficial. Con el entusiasmo que les caracterizaba organizaron un sinfín de actos que culminaron en el Ateneo de Sevilla, donde Salinas, Lorca y el propio Alberti, entre otros, recitaron sus poemas en honor del insigne cordobés. Aquella hermosa iniciativa reforzó sus lazos de amistad y supuso la definitiva consolidación de la llamada Generación del 27, protagonista de la segunda edad de oro de la poesía española.
La etapa neogongorista y humorista de Cal y canto (1926-1927) marca la transición de este autor a la fase superrealista de Sobre los ángeles (1927-1928). A partir de entonces, y tras afiliarse al partido comunista, su obra adquiere tono político. Este giro le lleva a considerar su obra anterior como un cielo cerrado y una contribución irremediable a la poesía burguesa.
Su poesía cobra cada vez más un tono irónico y desgarrado, como los poemas burlescos Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos (1929), Sermones y moradas (1929-1930) y la elegía cívica Con los zapatos puestos tengo que morir (1930). A partir de 1931 aborda el teatro, estrenando El hombre deshabitado y El adefesio.
En 1933 escribe Consignas y Un fantasma recorre Europa, y en 1935, 13 bandas y 48 estrellas. En 1945 publica A la pintura: poema del color y la línea, y además un volumen que abarca la casi totalidad de su obra lírica, Poesía, donde se muestra cierta nostalgia por la patria.
Su producción poética continúa con la misma intensidad, prolongándose sin fisuras hasta muy avanzada edad. De entre los muy numerosos libros publicados cabe mencionar Fustigada luz (1980), Lo que canté y dije de Picasso (1981), Versos sueltos de cada día (1982), Golfo de sombras (1986), Accidente. Poemas del hospital (1987) y Canciones de Altair (1988). En los años ochenta publicó una continuación a su autobiografía, iniciada en 1942, La arboleda perdida. Memorias.

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